¿Quién dijo que
la acuarela era una horterada? Pues fui yo señores. Sin ánimo de ofender a
nadie, los cuadros realizados con esta técnica me llamaban más la atención
porque me parecía que les faltaba fuerza, porque los kioscos se llenaban con
entregas semanales para aprender paso a paso los secretos de la acuarela y por ese abuso de colores pasteles… en fin, que
no me acababa.
Tuve el placer
de conocer hace un tiempo el taller del artista castellonense Manuel Sáez.
Varias cosas me sorprendieron cuando realicé mi primera visita, sobre todo la
limpieza y el orden con el que trabaja Manuel (limpieza que por otro lado se ve
reflejada en su obra) y que trabajaba con acuarela.
Días después, una conferencia sobre su obra me permitió conocer mejor
quién es Manuel. Un artista autodidacta que ya desde la infancia tenía un lápiz
en mano, preparado para plasmar sobre el papel todo aquello que llamaba su
atención. Con su obra, consigue ordenar el caos que hay en su mente a través
del dibujo.
Además de retratos, autorretratos, desnudos, influencia del cómic al inicio de su carrera, dibujos inspirados en la naturaleza, etc. quiero
llamar la atención sobre la importancia de los objetos en su obra. Los objetos
de la vida cotidiana son protagonistas. La idea del azar está muy presente en
la elección del objeto a representar, se trata pues, de un proceso fortuito. Objetos que son despojados
de su principal función para convertirse en una forma bella en sí misma. Existe
una búsqueda de la abstracción, una separación de las cualidades de este objeto
para considerarlas de forma aislada, anulando el sentido a aquello representado
sin dejar más que sus formas que se entregan al placer de la observación.
Esto hace que el objeto se encuentre desnudo y vulnerable ante, en primer
lugar, la inmensidad del fondo de donde emerge y, en segundo lugar,
ante el espectador que puede encontrar en lo representado todo aquello que
quiera, es decir, puede hacer una libre interpretación.
Madrid-La Habana, Manuel Sáez, 2006 |
Chupetes, gafas, perchas, tazas, etc. cualquier objeto sirve para
provocar en cada espectador una emoción, una sensación o una idea muy diferente
a la idea inicial. Y ahí está la acuarela, permitiendo hacer un trabajo limpio
y ordenado, inspirador y delicado.
Tan cotidianos y “súper normales” son estos objetos que los pisamos y
pasan desapercibidos hasta que nos paramos a mirar. Es el caso del Ágora de la
Universidad Jaume I de Castellón donde Sáez deja de lado la acuarela para
embarcarse en este mosaico de grandes dimensiones en el que se representa un
guante en tonos blancos y azules.
Muchos han calificado a este artista como un heredero del Pop Art, del arte conceptual, he leído incluso que el surrealismo está presente en sus obras y que existe influencia de artistas como Jackson Pollock o Cindy Sherman. No creo nada de esto, sin negar la influencia de la historia del arte sobre los artistas, no hay que encasillar sino disfrutar de la pintura que la tenemos un poquito abandonada en el panorama artístico actual pero que nunca desaparecerá.
Estas obras consigueron cambiar el concepto que tenía sobre la acuarela y que aprendiera a valorarla como se merece.
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