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lunes, 6 de febrero de 2012

¿Quién dijo hortera?



¿Quién dijo que la acuarela era una horterada? Pues fui yo señores. Sin ánimo de ofender a nadie, los cuadros realizados con esta técnica me llamaban más la atención porque me parecía que les faltaba fuerza, porque los kioscos se llenaban con entregas semanales para aprender paso a paso los secretos de la acuarela  y por ese abuso de colores pasteles… en fin, que no me acababa.
Tuve el placer de conocer hace un tiempo el taller del artista castellonense Manuel Sáez. Varias cosas me sorprendieron cuando realicé mi primera visita, sobre todo la limpieza y el orden con el que trabaja Manuel (limpieza que por otro lado se ve reflejada en su obra) y que trabajaba con acuarela.
Días después, una conferencia sobre su obra me permitió conocer mejor quién es Manuel. Un artista autodidacta que ya desde la infancia tenía un lápiz en mano, preparado para plasmar sobre el papel todo aquello que llamaba su atención. Con su obra, consigue ordenar el caos que hay en su mente a través del dibujo.
Además de retratos, autorretratos, desnudos, influencia del cómic al inicio de su carrera, dibujos inspirados en la naturaleza, etc. quiero llamar la atención sobre la importancia de los objetos en su obra. Los objetos de la vida cotidiana son protagonistas. La idea del azar está muy presente en la elección del objeto a representar, se trata pues, de un  proceso fortuito. Objetos que son despojados de su principal función para convertirse en una forma bella en sí misma. Existe una búsqueda de la abstracción, una separación de las cualidades de este objeto para considerarlas de forma aislada, anulando el sentido a aquello representado sin dejar más que sus formas que se entregan al placer de la observación.
Esto hace que el objeto se encuentre desnudo y vulnerable ante, en primer lugar, la inmensidad del fondo de donde emerge y, en segundo lugar, ante el espectador que puede encontrar en lo representado todo aquello que quiera, es decir, puede hacer una libre interpretación.


Madrid-La Habana, Manuel Sáez, 2006
                                   
Chupetes, gafas, perchas, tazas, etc. cualquier objeto sirve para provocar en cada espectador una emoción, una sensación o una idea muy diferente a la idea inicial. Y ahí está la acuarela, permitiendo hacer un trabajo limpio y ordenado, inspirador y delicado.
Tan cotidianos y “súper normales” son estos objetos que los pisamos y pasan desapercibidos hasta que nos paramos a mirar. Es el caso del Ágora de la Universidad Jaume I de Castellón donde Sáez deja de lado la acuarela para embarcarse en este mosaico de grandes dimensiones en el que se representa un guante en tonos blancos y azules.
Muchos han calificado a este artista como un heredero del Pop Art, del arte conceptual, he leído incluso que el surrealismo está presente en sus obras y que existe influencia de artistas como Jackson Pollock o Cindy Sherman. No creo nada de esto, sin negar la influencia de la historia del arte sobre los artistas, no hay que encasillar sino disfrutar de la pintura que la tenemos un poquito abandonada en el panorama artístico actual pero que nunca desaparecerá.

Estas obras consigueron cambiar el concepto que tenía sobre la acuarela y que aprendiera a valorarla como se merece.


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